Miedo de tener miedo

El miedo me acompaña más veces de las que quisiera. A veces me paraliza, me deja sin recursos y me insta a quedarme acurrucada hasta que pase el temporal que casi nunca es tal. Pero son las menos. Normalmente aparece de modo insidioso como una leve ansiedad que me advierte de que no todas las variables están bajo mi control.

Poco a poco voy aprendiendo a convivir con esta sensación aceptando su presencia y comunicándome con ella. Mi miedo-ansiedad ya no es el okupa que se ha colado en mi casa para fastidiar sino el amigo quisquilloso que saca punta a todas las cosas y a veces me ayuda a ver lo que sin él no vería, pero otras exagera la realidad. Puedo darle las gracias por sus avisos, decirle amablemente que le tendré en cuenta y después de hacerlo, normalmente, una parte importante de ese difuso nerviosismo se esfuma. Solo por atenderle, tan solo por reconocer su presencia y su valor, como por arte de magia.

 

El miedo se diluye con solo hacerle caso, reconocer su valor y aceptarlo.

 

Con frecuencia nos asusta contactar con nuestras emociones. Quizás creemos que al llevar nuestra atención sobre ellas, nos van a desbordar o vamos a quedar a su merced. La experiencia demuestra que no es así.

¿Tienes miedo de sentir tu miedo? Pues eso no hará que desaparezca, simplemente lo relegará a otro plano de tu conciencia desde el cual seguirá ejerciendo su influencia. Y cuanto más quieras alejarte de sentirlo, más hará él por reclamar su espacio. Permanecerá agazapado más profundamente dejándote paralizado en el momento más inoportuno ante la más mínima sospecha de una amenaza potencial.

¿Quieres vivir sin miedo? Pues lamento decirte que es imposible. No aguantarías más de un día vivo si no lo tuvieras. Ahora bien, ¿deseas aprender a convivir con él sin que coarte tu libertad? Eso no solo es posible, sino muy recomendable. El miedo, como el resto de las emociones, no es ni positivo ni negativo. Puede ser funcional y así es cuando atendemos su mensaje y dejamos que nos guíe, no que nos gobierne.

Es imposible vivir sin miedo, es recomendable aprender a convivir con él.

El miedo te ayuda a intuir la serpiente que se mueve a metros de distancia, pero también te hace ver serpientes en la noche oscura donde no las hay. ¿Cómo es tu miedo? ¿Puedes relacionarte de un modo más funcional con él?

Te propongo lo siguiente:

Siéntate cómodo, respira pausadamente y conéctate con tu miedo. Siéntelo en tu cuerpo, localízalo, trata de reconocer sus cualidades. Permítele ocupar un espacio, que deje de estar presionado o arrinconado, este es su momento para ser escuchado. Como un invitado que acude a tu casa, trátalo con amabilidad y pregúntale qué es lo que desea. Espera paciente en silencio que él te hable y quizá te sorprendas de su mensaje.

Tal vez escuches una voz familiar, protectora, incluso maternal, que quiere lo mejor para ti (muchos de nuestros miedos son esos que hemos oído a nuestras madres que quieren que no nos pase nada malo). Háblale a esa voz que es tu miedo desde la conciencia, desde esa parte más elevada de tu ser y explícale. Dale las gracias por sus consejos, avisos. Además, trata de hacerle entender que quieres seguir experimentando, creciendo, aprendiendo, madurando, innovando o aquello que quieras comunicarle. Deja que él te responda.

Después de esta conversación con tu miedo, siéntelo de nuevo en tu cuerpo, despídete de él y escribe en un papel aquello que te parece más importante de lo que te ha comunicado.

¿Qué tal la experiencia? Ahora, ¿tienes miedo de sentir tu miedo?

 

Un miedo es una ruta,

Sirve de puerta hacia otro lugar de mí que desconocía.

La mujer-precipicio. Princesa Inca.

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